Mi musa... maldicion y perdicion (solo el comienzo)



Cuando en la noche oscura espero su llegada,
se me antoja que todo pende de un hilo.
¿Qué valen los honores, la libertad incluso,
cuando ella acude presta y toca el caramillo?
Mira, ¡ahí viene! Ella se echa a un lado el velo
y se me queda mirando larga y fijamente. Yo digo:
“¿Has sido tú la que le dictó a Dante las páginas
sobre el infierno?”
Y ella responde: “Yo soy aquella.”
Ana Ajmatova



Te miraba a los ojos, mientras veía como tu mano bajaba por tu cuerpo, tratabas de seducirme, de hacerme caer en tu tentación de nuevo y yo… , perdida siempre en mis letras, eterna enamorada de tu cuerpo y de tu alma.
Yo, simplemente salivaba anticipando lo que ocurriría; porque claro que sabia a lo que llevarían esas manos que ahora paseabas sin pudor por tu cuerpo
Entendía perfecto a donde iban aquellos labios entreabiertos y esa mirada fija que tenias sobre mí
Que me perforaba hasta el alma y desnudaba todos mis deseos a la vez que tú desnudabas ahora tu cuerpo.
Tu mirada sobre mi me hacia detener el corazón al tiempo que veía como tu mano perfecta atravesaba ahora la barrera de esos jeans ajustados que usabas casi a diario
Al tiempo que tu cara mostraba un tanto de placer contenido al sentir el roce de piel contra piel
Yo permanecía en aquel rincón, con los ojos fijos en ti, esperando por ese momento en que sabía que me llamarías, que me dejarías participar en aquella bacanal de placer que tenias preparada para esta pobre chica
Después de sentir tu piel un poco sacaste tu mano y la subiste sin precaución por el contorno de tus senos, mientras me mirabas con esa carita de “no rompo un plato” que sabes bien me encanta.

Aun no entiendo como algo tan simple como mirar a alguien tocarse puede dejarme sin palabras, pero es que no eres solo ALGUIEN, eres mi musa a la que le he escrito no sé cuántos libros que el mundo de afuera llama rompe ventas, porque si, quizá yo sea una simple escritora, una que goza de banal fama y reconocimiento y todo gracias a esas tardes de placer que tu tan esporádicamente me regalas.

Puedo escucharte asi, aun ahora que han pasado unos días desde ese encuentro
Volteo la mirada al futon que hay detrás de mi rincón y ahí estas, desnuda, mirándome con aquella lujuria que podía partir en dos las puertas mismas del cielo

“Mírame… me deseas?” dices al tiempo que desabotonas la blusa de lunares rojos, tus dedos diestros la abren completamente y después dejas que tus pechos aun cubiertos por el satén negro del sostén asomen un poco, dejándome con la boca un poco más abierta.
Yo aun no respondo a tu pregunta, pero es más que evidente que la respuesta es afirmativa ya que siento como mi pulso acelerado retumba contra las paredes de mi pecho, además de que comienzo a sentir entre las piernas ese tintineo tan conocido que solo tú me has causado.

Ni siquiera he vuelto la vista a ese escritorio que tengo detrás en el que aguarda mi ordenador listo con una página medio empezada de mi nuevo proyecto.

Nada importa ahora, solo tu recuerdo, solo tú, solo tu cuerpo y tu olor y sabor, y esas ganas que tengo de hacerte el amor, a ti mi maldición, divina mujer que puede llevarme al mismo cielo y bajarme en dos instantes a las mismas puertas del infierno.

En mi soledad busco la salida y al no encontrarla, mi vida sucumbe ante la oscuridad y tengo miedo, quiero gritar pero solo hay silencio